jueves, 24 de junio de 2010

ORACIÓN

Si quieres que una planta tenga vida, debes regarla. Si deseas mostrar que quieres a una persona, debes decírselo y demostrárselo. Si cortas las raíces de un árbol, el árbol se muere. Eso pasa con la oración. La oración es vida para nuestro espíritu y es el medio para decirle a Dios...Te amo. Para orar, es necesario querer orar. Orar es hablar con Dios, de tú a tú, como le habla un hijo a un padre. Y a Dios podemos decirle cualquier cosa: lo que vivimos, nuestras preocupaciones, lo que hemos logrado, en lo que necesitamos su ayuda, incluso platicarle nuestro día tal y como lo haríamos con la gente a la que le tenemos confianza y le queremos.
La oración es buscar a Dios, es ponernos en contacto con Dios, es encontrarnos con Dios, es acercarnos a Dios. Es un diálogo profundo con Dios, y, como en todo diálogo, se hace imprescindible la escucha, la actitud abierta y receptiva hacia Aquel de quien lo esperamos todo, en quien confiamos y a quien entregamos nuestra vida.
Orar es llamar y responder. Es llamar a Dios y es responder a sus invitaciones. Es un diálogo de amor, debemos ser conscientes de que, más esencial que lo que nosotros digamos es lo que Dios nos puede trasmitir, y más importante aún que el mensaje siempre será el Emisor. Toda comunicación es válida en tanto en cuanto favorece el encuentro, de esta forma la mejor finalidad de la oración será procurar el encuentro íntimo y personal con el Señor.
Si la oración es comunicación con el Señor Más de una vez habremos observado a personas cercanas, comprometidas con el Evangelio y que, al volcarse en una activismo desenfrenado, empiezan descuidando la oración y acaban perdiendo la fe.
Quien tiene el hábito de orar, en su vida ve la acción de Dios en los momentos de más importancia, en las horas difíciles, y alegres etc.
En cambio, si no oramos con frecuencia, vamos dejando morir a Dios en nuestro corazón y vendrán otras cosas a ocupar el lugar que a Dios le corresponde. Si dejamos de hacer oración es como si dejáramos de comer. Al principio se siente hambre, pero después ésta desaparece (anorexia) y entramos en el plano inclinado de la muerte. En el caso de la falta de oración será muerte espiritual.
Antes de entrar en comunicación con Dios, y como medio de llegar al encuentro con Él, es conveniente callar todos los ruidos, preocupaciones, pensamientos y distracciones que impidan centrar la atención solo y exclusivamente en su persona. No todos los lugares favorecen de la misma manera este encuentro con Jesucristo. La oración se puede hacer menos difícil si procuramos un ambiente adecuado.
Se debe orar siempre, en toda ocasión. Podríamos, incluso, afirmar que la vida del cristiano, es toda ella oración, si, en verdad, es una vida vivida para Dios y en relación a Él. Pero también podemos caer en el error de pensar que como toda acción, vivida desde la fe, es oración, no es necesario dedicar momentos para perderlos "a solas con el Señor".
Para un padre de familia no basta con que todo cuanto realiza lo haga por su mujer y sus hijos, será también básico que dedique tiempo a estar con su mujer y con sus hijos. Del mismo modo no basta con que nosotros lo hagamos todo por Dios, sino que también será elemental el que dediquemos tiempo a estar con Él.
Cada día debemos reservar unos momentos para la oración, para la intimidad con el Señor, para el sosiego espiritual. Este momento no surge sino está previsto, preparado. Fijemos para cada día nuestra cita con el Señor, y no faltemos a ella.
Algunas veces podemos desanimarnos en la oración, porque creemos que estamos orando, pero lo que hemos hecho no es propiamente oración
Y es esta manera concreta a la que llamamos vocación. Debemos recordar que nuestra plenitud y felicidad depende de cuánto busquemos llevar a cabo este plan de Dios en nuestras vidas, por que no hay nadie, NADIE, que sepa más la manera de hacernos felices, que Dios mismo, aún cuando nosotros queramos "experimentar" nuestros propios caminos.

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