jueves, 24 de junio de 2010

ALABANZA Y ADORACIÓN

Alabanza tiene la idea de honrar, admirar, celebrar a Dios por quien El es y por lo que El ha hecho. La verdadera alabanza fluye de un corazón sincero que se regocija en los atributos de Dios y se gloria en El.
La alabanza es para Dios. Él es el objeto de la alabanza y sólo Él es digno de ella. La alabanza debe ser CRISTOCÉNTRICA y no ANTROPOCÉNTRICA. Es decir, es para Dios, para Cristo, no para el hombre. Por lo tanto, a quien debe de agradar es al Señor y no a mí.
¿Porqué debemos alabar a Dios?
Porque nos dio vida (Ef. 2:1).
Porque nos dio salud (Is. 53:5)
Porque nos salvó del infierno y de la condenación (Ro. 8:1)
Porque nos hizo Reyes y Sacerdotes, Pueblo Santo (I Pe. 2:9). Habiendo sido tan bendecidos por Dios, estamos en la obligación de alabarle, en gratitud a lo que El hizo por nosotros.
¿Cuándo alabar a Dios?
“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca” (Sal. 34:1)
“Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, sea alabado Jehová” (Sal. 113:3)
“Cada día te bendeciré, y alabaré tu nombre eternamente y para siempre” Sal 145:2)
¿Dónde alabar a Dios?
“En todos los lugares de Su Señorío, sus ejércitos, sus ministros (Sal. 103:22)
“Exáltenlo en la congregación del pueblo y en la reunión de los ancianos lo alaben” (Sal 107:32)
“Alzad vuestras manos al Santuario y bendecid a Jehová” (Sal. 134:2)
¿Quién debe alabar a Dios?
“Alabad a Jehová. Alabad el Nombre de Jehová” (Sal. 113:1)
“Alabad el nombre de Jehová. Alabadle siervos de Jehová” (Sal. 135:1)
“Los que estáis por las noches en la Casa de Jehová, en los atrios de la Casa de nuestro Dios” (Sal. 135:2)
“Los ángeles, montañas, collados, ejércitos, el árbol de fruto y todos los cedros, el sol, la luna, bestias y todo animal, las estrellas, los reptiles, los cielos, los monstruos marinos, los reyes, la tierra, todos los pueblos, toda la creación debe alabar a Dios” (Sal. 148)

En realidad la alabanza va mucho más allá de un canto, ya que no es una actividad sino una forma de vivir. No hay una “hora de la alabanza” sino que debemos darle alabanza todo el día, todo el tiempo con nuestra vida. La Biblia nos enseña que podemos alabarle aprendiendo de su Palabra, comprometiéndonos con Él, haciendo y dando frutos de justicia, teniendo fe, confesando nuestros pecados entre muchas otras cosas.

Y si bien es cierto hay innumerables citas bíblicas que nos hablan de la alabanza a través de la música, el canto, y la voz, el mismo Dios al decir: “Este pueblo se acerca a mí con su boca y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mi”, nos hace entender que la alabanza no tiene sólo que ver con el hecho de cantar o de realizar cualquier acción en sí misma, sino con la actitud con que se haga y con la santidad del corazón.
De tal manera que nuestra vida entera debe ser para alabanza de Él. De hecho, fuimos creados para alabarlo. No sólo nosotros sino toda la creación está destinada a alabarlo. La alabanza a Dios es función y requisito de nuestra existencia.
Así que, ¿qué tan importante es la alabanza? Es primordial, es fundamental en nuestras vidas. Por lo mismo no debemos de olvidarnos que lo que alaba a Dios es la santidad y la sencillez de corazón.
No es casualidad que la Biblia cuente respecto de la vida de los primeros discípulos, diciendo que vivían “alabando” al mismo tiempo que señala su “alegría y sencillez de corazón” al estar “unánimes”. Y es que el vivir alabando a Dios implica también la humildad y el amor a los hermanos.
De ahí que una correcta alabanza a Dios no permitirá que mi hermano sea lastimado porque no tenemos la misma manera de pensar respecto a las “formas” de “alabar”. Ya que la Biblia deja muy claro que lo más importante, sobre todo, es el AMOR.
Ofrezcamos pues a Dios una alabanza real y santa con nuestras vidas. Pongámoslo a Él como el centro total y absoluto de la alabanza, asumámosla como una manera de vivir y no como una actividad y dejemos que Su Amor fluya hacia los demás y suba como una ofrenda grata hacia Él. Démosle pues a la alabanza la gran IMPORTANCIA que tiene. Démosle pues a Dios la alabanza que se merece y de la que es digno.

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